El
docente virtual
El proceso se inicia siempre con la preparación de la instrucción, tanto
en lo que se refiere a la planificación como en la búsqueda y actualización de
los contenidos que vamos a exponer. Esta fase se basa en la formación remota
del docente, es decir, todo el acervo de conocimientos que atesora y que le
hacen conocedor de la materia y, en segundo lugar, en la formación continua que
le permite estar al día, preparar nuevos contenidos y aumentar el background de
conocimientos que posee.
Una vez
documentados y establecidos los conocimientos que vamos a impartir, hay que
programar la forma como la que llevaremos a cabo. Es el momento de impartir virtualmente el
contenido. Permite la inclusión de documentos formativos interconectados con
cualquier grado de complejidad. Pueden ser recursos autónomos de formación, en
el sentido de vehicular a través de ellas contenidos concretos con unos
determinados objetivos formativos, o complementarios como apoyo a otro tipo de
acciones y planteamientos didácticos.
El tutor virtual, es entonces, un facilitador en un proceso de
enseñanza-aprendizaje, un mediador, un motivador, un dinamizador y un guía de
las diferentes fuentes de información en un ambiente virtual. Un docente virtual debe poseer la capacidad
de motivar, dinamizar los espacios comunitarios, valorar las contribuciones
personales de los estudiantes, favorecer el trabajo en equipo y realizar un
seguimiento personalizado de todos y cada uno de los alumnos. El profesor virtual debe ajustarse al perfil de cada
estudiante porque cada alumno impone su
propio ritmo de aprendizaje.
Actividades del profesor virtual
La ruptura epistemológica de este siglo y de milenio y la
influencia que esta ejerce en la evolución intelectual tienen una clara
repercusión en los procesos de formación y profesionalización de los docentes.
Este hecho hace que nos planteemos de un modo distinto tanto las funciones como
las tareas que este profesional se verá obligado a desarrollar en los espacios
educativos de este siglo tecnológico.
Evidenciamos, cada vez con más claridad, que la
información y el conocimiento ya no son dos elementos inherentes a la propia
figura y profesión de los docentes sino externas a ellos. Una serie de
herramientas, medios y recursos, básicamente tecnológicos, están asumiendo con
demasiada rapidez la tarea de informadores y de depositarios del saber y del
conocimiento. Los docentes deberán, pues, convertirse en transformadores de la
educación mediante la utilización de estas herramientas tecnológicas.
Intentaremos, a continuación, indicar cuáles serán los
roles y funciones que estos profesores deberán asumir en los entornos
tecnológicos y algunas de las posibles repercusiones profesionales (tanto a
nivel individual como a nivel grupal):
Ø
Fomentar la participación activa del alumno
en su proceso de aprendizaje. Donde este tenga que tomar decisiones sobre los
contenidos que quiere aprender con base a sus necesidades específicas. Internet
se muestra como un medio especialmente indicado para favorecer el aprendizaje
significativo y activo, pues el alumno debe tomar un papel predominantemente
activo.
Ø
Favorecer la evaluación continua, con pruebas
automáticas en las que los alumnos reciben una valoración instantánea de sus
respuestas y consejos cuando éstas sean erróneas. Dejando de lado la validez de
la prueba y la certificación final, el profesor puede tener una evaluación continua
de los resultados de cada uno de los alumnos.
Ø
Introducir el tema para que el alumno tenga
una idea previa antes de poner a su disposición los materiales con los que va a
elaborar aprendizaje. En definitiva, que le oriente sobre lo que ya sabe de la
materia y, sobre todo, de lo que debe aprender.
Ø
Presentar todos los materiales de trabajo de
forma organizada, para que tenga acceso sin dificultad.
Ø
Potenciar la reorganización de la estructura
conceptual del alumno favoreciendo el conflicto entre ideas ya adquiridas y una
nueva estructura conceptual.
Ø
Favorecer los planteamientos y resolución de
problemas mediante el trabajo colaborativo, tanto en espacios formales
como no formales e informales. Será necesario asumir nuevas formas de trabajo
colaborativo teniendo en cuenta que nos estamos refiriendo a una colaboración
no presencial marcada por las distancias geográficas y por los espacios
virtuales.
Ø
Facilitar el aprendizaje. Las aulas virtuales
y los entornos tecnológicos se centran más en el aprendizaje que en la
enseñanza entendida en sentido clásico (transmisión de información y de
contenidos).
Ø
Diagnosticar las necesidades académicas de
los alumnos, tanto para su formación como para la superación de los diferentes
niveles educativos.
Ø
Ayudar al alumno a seleccionar sus programas
de formación en función de sus necesidades personales, académicas y
profesionales (cuando llegue el momento).
Esta larga lista, de roles y funciones a desempeñar por
el docente, está enmarcada dentro de una realidad educativa inmersa en
continuos cambios, cambios acentuados esta última década por la irrupción casi
masiva de la tecnología y que se ha visto desbordada con la generalización del
uso de las redes telemáticas, tanto en el ámbito socioeconómico como en el
educativo y personal. Ello ha supuesto la relativización del espacio, del
tiempo y ha favorecido la creación de grupos que tienen como única
característica común la necesidad, el deseo o la obligación de adquirir unos
conocimientos, de comunicarse o sencillamente de interactuar en espacios
telemáticos.
La formación inicial y permanente del docente en materia
de tecnología es fundamental para garantizar su perfecta adecuación al Entorno Educativo
Virtual en el cual deberán desarrollar su tarea docente, además de un buen conocimiento de base sobre el uso de
algunas herramientas de software, proporcionarles también planes de formación,
debido al rápido y permanente avance de la tecnología, ya que ello en
fundamental para el proceso de E-A.
A modo de conclusión, el profesor debe estar formado y
“entrenado” (aunque resulte, en abstracto, una expresión con una excesiva carga
conductual) en el dominio de este nuevo espacio y de las herramientas
tecnológicas que este integre para garantizar la eficacia del proceso. El hecho
de estar acostumbrados a la presencialidad, en muchas ocasiones, convierte a la
tecnología en un obstáculo más que en un facilitador de la tarea docente. Los
ordenadores, las cámaras, los cables,... en definitiva, el no dominio del
entorno hace que el docente se sienta incómodo y pierda, a menudo, los
referentes habituales que se suelen utilizar cuando se está impartiendo una
clase (el espacio, el tiempo, el material de la sala (sillas, mesas, pizarras,
retroproyector,…), los alumnos (frente a nosotros los docentes), el lenguaje
verbal y no verbal, etc., deben cambiarse por otros referentes más relacionados
con el proceso de E-A en los entornos virtuales como el proceso de
planificación que con el espacio educativo (desde la perspectiva física) o como
el proceso de aprendizaje de los propios alumnos.
Concluyo que el rol del docente en esta era de las Tics no es la de transmisor de la información sino la de Facilitador
en la formación de alumnos críticos, con pensamiento creativo dentro de un
entorno de aprendizaje colaborativo, a la vez
debe ser poseedor de una visión
constructivista y formativa. El docente se convierte en un consejero, en una Ayuda
para el alumno a la hora de decidir cuál es el mejor camino para conseguir los
objetivos educativos que se ha propuesto.
